Incluso los creyentes más comprometidos pueden adoptar actitudes o hábitos que entristecen o apagan la obra del Espíritu Santo en sus vidas, lo que resulta en torpeza espiritual y en una ruptura en la comunión con Dios. En este mensaje, el Dr. Stanley nos lleva a evaluar con sinceridad nuestro ser espiritual, a medida que revela las maneras sutiles en que resistimos la dirección y el poder del Espíritu Santo.
Bosquejo del Sermón
Como cristianos, necesitamos la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida. El Dr. Stanley nos comparte lo que la Biblia enseña acerca de esta relación, para que podamos vivir en armonía con nuestro Gran Ayudador.
Pasajes clave: Mateo 12.22-32; Efesios 4.25-32; 1 Tesalonicenses 5.19
Lecturas de apoyo: Hechos 2.3; 1 Juan 2.1, 2
El Espíritu de Dios nos bendice de diversas maneras y, aun así, hay ocasiones en las que pecamos contra Él. Antes de que nos demos cuenta, ya nos hemos dejado llevar por nuestros propios deseos. ¿Por qué será que hacemos esto una y otra vez?
► “Jesucristo envió a la persona del Espíritu Santo para que nos ayudara. En realidad no dejó nada sin hacer”.
Existen tres tipos de pecados en relación con el Espíritu Santo:
1. Apagar al Espíritu (1 Ts 5.19).
El fuego es un símbolo del Espíritu Santo, el cual representa purificación, luz, verdad, limpieza y calor. “Apagar” (v. 19) significa contristar o acabar con el fuego.
Apagamos al Espíritu cuando nos “negamos” a hacer la voluntad de Dios para nuestra vida, cuando nos distraemos con otras cosas, o cuando toleramos la desobediencia y el pecado en nosotros.
Cualquier acto de desobediencia contrista el Espíritu, y al hacerlo de manera continua apagamos el fuego de Dios en nuestro corazón.
Nuestro amor y devoción por el Señor puede enfriarse tan lentamente que puede que ni nos demos cuenta de lo que ha sucedido.
Las buenas noticias es que podemos alimentar ese fuego del Espíritu por medio de la oración diaria, la lectura de la Biblia y el servicio a otros.
► “Dios ha encendido un fuego en el corazón de cada cristiano”.
2. Contristar al Espíritu (Ef 4.30)
Así como la falta de respeto hiere a los padres, nuestro pecado ofende y entristece al Espíritu Santo.
El pecado voluntario y deliberado no va de acuerdo con quienes somos como creyentes e hijos de Dios.
El Espíritu Santo no derrama su poder en nuestra vida si somos desobedientes y optamos por hacer algunas cosas como:
Mentir (Ef 4.25).
Aferrarnos a la ira (Ef 4.26).
Robar o rehusarnos a trabajar (Ef 4.28).
Hacer uso de un lenguaje mundano y destructivo (Ef 4.29).
Permitir que la amargura y la malicia se arraiguen en nosotros (Ef 4.30-32).
► “Cuando optamos por desobedecer a Dios, le damos la oportunidad a Satanás de hacernos tropezar”.
3. El pecado imperdonable (Mt 12.22-32)
Los fariseos presenciaron los milagros que Jesucristo realizó en el poder del Espíritu Santo. Sin embargo, ignoraron la verdad del origen de ese poder, porque consideraron que Jesucristo era una amenaza para su autoridad. Por eso lo rechazaron, y atribuyeron sus milagros al diablo. Esto no puede ocurrir en nuestros días, pues Jesucristo no habita en la Tierra en cuerpo humano.
El Espíritu Santo nos da convicción de pecado, revela la verdad acerca de Jesucristo y nos da la fe para creer.
Si deseamos ser librados de la carga de nuestro pecado, el perdón está a nuestro alcance (1 Jn 2.1, 2).
Cuando una persona se aleja de Dios de forma deliberada y escoge no creer, no vive bajo el perdón del Señor.
El único pecado imperdonable de nuestra época consiste en rechazar a Jesucristo como nuestro único Salvador personal.
Después de ver el sermón
Dedique unos instantes para leer de nuevo las “Anotaciones” del mensaje de hoy. Si necesita ayuda para comprender ciertos términos, u orientación en relación a un pecado que debe ser confesado después de arrepentirse, contacte a un pastor cerca de usted en el que confíe.
Si se da cuenta de que se siente indiferente hacia los asuntos de Dios, repita esta oración cada mañana, pidiéndole que reavive su fe: Padre celestial, que tu Espíritu Santo me llene con fuego santificador, que cree en mí hambre y sed espiritual, y que me guíe a una vida de santidad en Cristo mi Señor. En el nombre de tu Hijo amado, amén.