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Del corazón del pastor

En Cristo, nuestra capacidad de amar como Él se restaura.

Si usted anhela amar más y mejor, no es el único. Dios ha dado a sus hijos un espíritu de amor (2 Ti 1.7), y Él nos transforma, suave y silenciosamente, a medida que nos acercamos al Señor Jesucristo.  

Para ayudarnos a amar como Él, compartimos algunas ideas fundamentales del Dr. Stanley: 


¿Por qué cree usted que Dios creó a los seres humanos?  

¿Se le ha ocurrido que podría haber sido para expresarnos su amor? Fuimos creados para amar a Dios y ser amados por Él, pero nuestra capacidad para recibir y corresponder al amor de Dios se vio corrompida por el pecado. Por eso no siempre sentimos su amor y por eso a veces no logramos amarlo como es debido. 

El amor humano es imperfecto. Está contaminado por el egoísmo y se mezcla con sentimientos como el deseo y el cariño. Pero el amor de Dios, el ágape, es perfecto. Es abnegado y siempre busca lo mejor para la otra persona.  

La mayor muestra de su amor por nosotros se resume en Romanos 5.8: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. 

En Cristo, nuestra capacidad de amar es restaurada. Sin embargo, a menudo seguimos sintiendo que nuestro amor por Dios es demasiado superficial. Recuerdo que al principio de mi vida cristiana le pedí al Señor que me mostrara cómo amarlo.  

Encontré la respuesta en Mateo 22.37: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”. 

Se nos ordena amar a Dios con cada parte de nuestro ser.  

Esto significa que nuestros afectos, pensamientos y toda nuestra vida deben centrarse en Él. Cuanto más crezcamos en nuestro conocimiento de Dios, mayor será nuestro amor por Él. Y este amor se desbordará en adoración, sumisión y agradecimiento. 

También se nos manda a amar a los demás.  

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22.39). En el momento de la salvación, el amor de Dios fue derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo para que pudiera fluir hacia otras personas (Ro 5.5). Esto incluye a la familia, a los hermanos en la fe, a los amigos, a los compañeros de trabajo y a los desconocidos. El Señor Jesús incluso nos dice que amemos a nuestros enemigos (Lc 6.27). 

No siempre es fácil amar a los demás. Recuerdo una vez en que tuve dificultades con un compañero del ministerio. No compartíamos los mismos puntos de vista doctrinales, y permití que eso afectara mis sentimientos hacia él. Ambos íbamos a predicar en el mismo evento, y lo escuché con una actitud crítica, pensando que solo debía tolerar su mensaje. Pero mientras hablaba, Dios llenó mi corazón de amor por él, y toda animosidad desapareció. 

Tuve que pedirle a Dios que me perdonara por actuar como si ese hombre no fuera digno de mi amor y mi amistad. Cristo nos dice que amemos sin condiciones. Eso significa no solo amar a aquellos en la iglesia con quienes tal vez no estemos de acuerdo, sino incluso a aquellos fuera del reino que nos atacan o nos tratan con odio.  

Ore para que el amor de Dios fluya a través de usted hacia todos aquellos que Él pone en su camino. Se sorprenderá de los resultados. 

El Señor Jesucristo también nos dice la norma por la que debemos amar a los demás: como nos amamos a nosotros mismos (Mt 22.39).  

Hacemos esto al tratarlos como deseamos que nos traten a nosotros (Lc 6.31). Si esperamos consideración, amabilidad, una escucha atenta, compasión, misericordia o perdón, eso es lo que debemos ofrecer a los demás. 

La implicación aquí es que naturalmente nos amamos a nosotros mismos (Ef 5.29). Pero hay momentos en los que pensamos poco de nosotros mismos y olvidamos lo preciosos que somos para Dios. Para contrarrestar esto, Él nos dio muchas palabras reconfortantes de amor en la Biblia, tales como Sofonías 3.17, Lucas 11.13 y Juan 14.27.  

Solo cuando comprendemos que Dios nos valora mucho, somos capaces de valorar a los demás de la misma manera. 

Vivir sin amar es perder el propósito de Dios para nuestra vida. Él nos creó para amar. A medida que confiamos en el Espíritu Santo, Él llenará nuestro corazón para que el amor sea, cada vez más, la expresión natural de nuestra vida.


Qué hermoso recordatorio saber que el Señor está con nosotros y a nuestro favor. Él desea que tengamos éxito al amar bien a los demás, incluso más que nosotros mismos.  

Al aplicar las sabias sugerencias del mensaje del Dr. Stanley, oramos para que usted crezca en amor cada día más.  

Hasta la próxima, que Dios le bendiga. 

 

Para la gloria de Dios, 

Sus hermanos de Ministerios En Contacto 

P.D.: ¡Damos gracias a Dios por usted! Su fidelidad y generosidad hacen posible que llevemos la esperanza del evangelio a millones de personas en todo el mundo.  

Gracias por amar a Dios y a su pueblo. Usted es una enorme bendición.