El ayuno tiene dos componentes importantes. Uno es la abstención, que elimina las distracciones. El otro es la atención total a Dios, lo que permite una conexión con Él a un nivel más profundo.
Mientras vivía en cautiverio en Babilonia, Daniel leyó la promesa de Dios de liberar a Israel. Entonces buscó al Señor en oración y ayuno (Dn 9.2-3). En respuesta, Dios le dio mayor entendimiento a través del ángel Gabriel.
La Biblia también contiene otros ejemplos. Cuando Josafat se enteró de que venía un ejército poderoso, convocó a todo Judá a ayunar (2 Cr 20.1-4). La práctica también formaba parte de la preparación de la iglesia primitiva para la escogencia de misioneros (Hch 13.2).
El propósito de esta disciplina espiritual no es obtener una respuesta más rápida de Dios ni persuadirlo para que siga nuestro plan. Más bien, nos prepara para ver nuestra situación con sus ojos y actuar en base a lo que aprendamos.
El ayuno implica un deseo profundo de escuchar a Dios, un tiempo para conectarnos con Él y la disposición de abstenernos de distracciones. Si le intimida, recuerde que su propósito es acercarnos más a Dios y recibir su dirección y ánimo.
BIBLIA EN UN AÑO: EZEQUIEL 32-33
