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Carretilla naranja, Twin Lakes, Colorado. Fotografía por Charles F. Stanley.
Meditación diaria

El Dios de toda consolación

Nuestro Padre celestial nos ofrece consuelo en toda circunstancia, incluso cuando el dolor que sentimos es resultado de nuestro propio pecado.

11 de septiembre de 2025

Juan 8.1-11

Sabemos que Dios promete consolarnos (Is 66.13), pero ¿estará Él con nosotros si la aflicción es algo que nosotros mismos provocamos?

Muchos creyentes se hacen esta pregunta y asumen que la respuesta es no. Sin embargo, el Señor no nos condena cuando pecamos; Hebreos 8.12 dice que Él olvida nuestras iniquidades. Lo que queda son las consecuencias de nuestros pecados. Si nos volvemos a Dios, Él nos guiará en medio de ellas.

¿Recuerda a la mujer llevada ante el Señor por los fariseos? Fue sorprendida en adulterio y los líderes religiosos estaban listos para apedrearla. Pero Cristo le habló con compasión. Sin aprobar su pecado, reconoció que ya enfrentaba las consecuencias de sus actos. La perdonó, diciendo: “Vete, y no peques más” (Jn 8.11).

Nada de lo que hagamos puede separarnos del amor de Dios (Ro 8.38, 39). Una de las maneras en que Él expresa ese amor es mediante su promesa de consuelo en medio del sufrimiento, incluso cuando el dolor es consecuencia de nuestras propias acciones. Podemos permitir que la vergüenza nos aparte de sus brazos amorosos, pensando que no consolaría a quien le desobedeció. O podemos creer lo que afirma la Biblia: que Él es el “Padre de misericordias y Dios de toda consolación” (2 Co 1.3).

BIBLIA EN UN AÑO: EZEQUIEL 46-48

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