Luchar contra nuestros deseos de la carne es fundamental para crecer en Cristo. Y la Biblia deja claro que es un proceso que experimentaremos a lo largo de la vida. Sin embargo, a veces somos demasiado duros con nosotros mismos cuando tratamos de ser más obedientes.
Aunque la autoevaluación es una herramienta importante, el amor y la misericordia de Dios son los dos aspectos más significativos en el proceso.
A continuación, le ofrecemos algunas ideas del Dr. Stanley que le ayudarán a mantener una imagen sana de sí mismo en su andar con Cristo.
Como cristianos, a veces dejamos que nuestras deficiencias nos impidan ver nuestro verdadero valor.
He conocido creyentes que pensaban tan mal de sí mismos que se volvieron infructuosos; lo cual es una tragedia, ya que con el tiempo conduce a una vida cristiana de poco crecimiento.
No hay razón para que un creyente se estanque, cuando Cristo nos ha libera- do. La clave está en comprender de verdad la gracia de Dios en nuestras vidas.
En 1 Corintios 15.9, 10, Pablo nos da una idea de cómo Dios puede transformarnos. “Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”. Ver nuestro valor como Pablo vio el suyo requiere una nueva comprensión.
En primer lugar, necesitamos ver nuestros pecados pasados a la luz de la gracia de Dios.
Por medio de Cristo, Dios borró nuestros pecados del pasado sin importar la naturaleza, duración e intensidad de cada uno de ellos. Al ser perdonado, Dios elimina cualquier pecado de su vida.
Pablo comprendió la terrible naturaleza de su pasado y lo indigno que era de ser apóstol, pero no se sintió agobiado por la culpa, ni dejó que su pasado obstaculizara lo que Dios estaba haciendo en el presente. Por el contrario, utilizó el contraste entre su vida antigua y la nueva como ejemplo del poder transformador de la gracia de Dios. Como creyente, usted tiene derecho a la misma mentalidad cuando se trata de su pasado.
En segundo lugar, necesitamos una nueva perspectiva de nuestra identidad como dependientes de la gracia de Dios.
Al igual que Pablo, deberíamos poder decir que la gracia de Dios nos ha transformado y ya no somos las personas que solíamos ser. Nunca nos sentiremos completos de verdad hasta que reconozcamos que todo lo que somos es por la gracia de Dios.
Colosenses 2.9, 10 dice: “Porque en [Cristo] habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad”.
Confiar en uno mismo siempre termina haciéndonos sentir indignos. Pero confiar en la perfección de Cristo y en la gracia de Dios nos permite aceptar nuestro valor.
En tercer lugar, necesitamos reorientar nuestra energía.
Pablo dijo: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos [los otros apóstoles]; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” (1 Co 15.10).
La gracia de Dios transformó a Pablo de perseguidor a predicador. Toda su energía se volcó a proclamar el evangelio, fundar iglesias y enseñar a los creyentes las verdades de Dios. El Señor le llamó a ser apóstol y Pablo pasó su vida cumpliendo ese llamamiento. La gracia de Dios no se extinguió.
Casi al final de su vida dijo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (2 Ti 4.7). Encontrar y cumplir la voluntad de Dios para su propia vida le dará verdadera confianza y una satisfacción que nada más Él puede darle.
Para crecer en fe y obediencia debemos renunciar al sentimiento de culpa, confiar en que la gracia de Dios —y no nuestros esfuerzos— nos hace íntegros y estar dispuestos a dedicarnos a servir al Señor. Deje que Dios haga en su vida lo que usted no puede hacer solo.
Entonces podrá llegar a ser todo lo que Él quiere que usted sea.
Esperamos que las palabras del Dr. Stanley le hayan animado a encontrar su sentido de autoestima a los ojos de Cristo. Este mes, recuerde que el Señor le ama mucho y está con usted siempre, incluso en momentos de lucha.
Alégrese de que incluso cuando sentimos que no estamos a la altura, Dios derrama su gracia en nuestra vida. Sus buenos planes para nosotros continuarán hasta completarse. Hasta la próxima, que Dios le bendiga.
Para la gloria de Dios,
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