Para los creyentes de hoy, algunas instrucciones del Antiguo Testamento simplemente no aplican. Por ejemplo, no nos preocupamos por reglas como cortar los bordes de nuestra barba (Levítico 19.27), no cocer un cabrito en la leche de su madre (Éxodo 23.19), o no mezclar telas en una vestimenta (Levítico 19.19). Pero ¿qué de “no tendrás dioses ajenos delante de mí”? (Éxodo 20.3). Ese será siempre un mandamiento válido para los seguidores del Señor Jesús.
Ilustraciones por Jeff Gregory
“No tendrás dioses ajenos delante de mí?” fue el primero de los Diez Mandamientos grabados en las tablas, y fue seguido por: “No te harás imagen… no te inclinarás a ellas ni las servirás” (Éxodo 20.4, 5). Escuchamos ecos de estos principios a lo largo de toda la Biblia y, quizás lo más importante, en las propias palabras del Señor Jesús cuando enseñó el mandamiento más grande: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22.37, 38).
Amar al Señor con todo nuestro ser puede a veces parecer abrumador, e incluso imposible, pero no tiene por qué ser así. En esta guía, queremos ayudarle a eliminar con sensibilidad y de manera reflexiva los obstáculos que le impiden amar a Dios con todo su corazón, mente y alma. La idolatría es una lucha inherente a la condición humana, lo que significa que podemos enfrentarnos a ella de manera rutinaria, como el cepillado de los dientes. No tenemos que esperar una revelación o una convicción que provoque un cambio radical en nuestra vida; derribar ídolos también puede verse como una corrección diaria de rumbo o un reajuste semanal del corazón.
Con ese enfoque en mente, esperamos que las orientaciones y los ejercicios de este artículo le ayuden a despejar su camino hacia Dios. El objetivo no es trastocar su vida, sino ajustar aquello que ocupa su corazón, honrar las dádivas de Dios conforme a la intención de Él, y ayudarle a descubrir una visión clara y sin obstáculo del Señor en el proceso.
La forma de un ídolo
En su nivel más básico, un ídolo es cualquier objeto, persona, idea o meta que desvíe nuestra mirada de Dios. A diferencia de los ídolos de los israelitas, los nuestros no serán evidentes. No necesariamente estarán hechos de oro ni levantados en un pedestal para que el mundo los vea. Enfrentar los ídolos modernos requiere un poco más de búsqueda e introspección.
Un ídolo es algo a lo que recurrimos en lugar de acudir a Dios. Algo en lo cual depositamos nuestra esperanza para que satisfaga nuestras necesidades. Al pensar en los ídolos de esta manera, es más fácil entender cómo incluso cosas hermosas y buenas pueden ocupar un lugar de prioridad que, para un cristiano, debe pertenecer solo al Señor. A veces, incluso equivocadamente, ponemos las cosas que Dios nos ha dado, cosas buenas y virtuosas, en el lugar que le corresponde a Dios.
Sabiendo que los ídolos pueden tener muchas formas, visibles o invisibles, llamativas o encantadoras, exaltadas con nuestro cuerpo físico o con una postura incorrecta del corazón, ¿cómo podemos identificarlos?
Comience con una oración sencilla, como esta: Espíritu Santo, si hay algo que ha ocupado un lugar en mi vida que pertenece a Dios, por favor muéstramelo. Que tu convicción que pones en mí sea clara y tu presencia evidente. En el nombre del Señor Jesucristo, amén.
Luego, considere las siguientes preguntas:
¿Cómo estoy usando mi tiempo?
¿Cómo estoy utilizando mi dinero?
¿Qué me quita el sueño por las noches?
¿Me aflijo cuando alguien comparte un logro o alcanza una meta?
¿En qué circunstancias siento la necesidad de impresionar a alguien?
Preguntas como estas nos ayudan a examinar nuestras motivaciones. Por ejemplo, dedicar constantemente tiempo extra a aspirar y pulir ese automóvil especial en el garaje puede significar que este ocupa un lugar indebido de importancia en el corazón de una persona. De manera similar, si las finanzas de un matrimonio están comprometidas en acumular mucha riqueza como símbolo de estatus, entonces tal vez el dinero se ha convertido en algo más que una herramienta útil. ¿Y qué decir del padre que no logra conciliar el sueño preocupado por el futuro de sus hijos? Quizás no está poniendo el bienestar de ellos en las manos de Dios. O quien se desanima fácilmente cuando un amigo comparte sus logros en redes sociales, podría estar olvidando su propio valor y los talentos que Dios le ha dado.
Una vez que identifique el ídolo, intente dar un paso más allá y rastree su origen. ¿Por qué siente que ese algo en particular es tan importante para usted? Considere las siguientes preguntas:
¿Me siento más seguro cuando soy/tengo/gano __________? Describa la seguridad que esto le brinda.
¿El ídolo me provee algún tipo de validación? ¿Demuestra que soy un trabajador esforzado, un padre dedicado, un empleado o estudiante diligente?
¿Estoy intranquilo con mi situación actual? Si es así, ¿por qué?
Aunque hablar del por qué no cambia el hecho de que hemos puesto mal nuestra prioridades, sí nos recuerda nuestra fragilidad y la necesidad de la gracia de Dios. La verdad es que nuestras motivaciones para crear ídolos: seguridad, valor, amor e importancia, son necesidades humanas básicas. No hay que avergonzarnos de anhelar estas cosas; solo debemos llevárselas a Dios.
Comience a hablar
A menudo, solo hablar sobre un ídolo desafía el poder que este tiene en nuestra vida. Así que, si quiere poner un ídolo en el lugar que le corresponde, comience por hablar con el Padre celestial. Y recuerde que, sin importar con qué esté luchando, el amor del Señor por usted no ha cambiado.
A veces, lo más difícil es comenzar, así que aquí tiene una oración en la que puede apoyarse. Puede seguirla palabra por palabra o dejar que sea el fundamento para sus propios pensamientos y conversación con el Señor:
“Señor, últimamente he notado que ______ tiene más influencia en mi vida de la que debería. No siempre fue así, no sé cuándo cambiaron las cosas. Pero en algún momento, ______ me hizo sentir seguro. He estado confiando en eso en lugar de hacerlo en ti. Perdóname, Señor. Con toda sinceridad, no estoy seguro de qué hacer ahora, pero te pido que me ayudes a encontrar equilibrio y a honrarte. En el nombre del Señor Jesucristo, amén.
Es posible que se sienta tan apegado al ídolo que todavía no esté listo para orar de esta manera. Si es así, no se preocupe; puede intentar esta otra oración:
Señor, creo que ______ podría haberse convertido en un ídolo en mi vida. Me da miedo admitirlo porque no estoy listo para dejarlo ir. ¿Puedes ayudarme? ¿Puedes preparar mi corazón para confesarlo? Aun no estoy listo. Quédate conmigo, Padre, y dame valor. En el nombre del Señor Jesucristo, amén.
Decir estas cosas a Dios puede parecer intimidante, pero nada de esto es información nueva para Él. Él ya sabe con qué está usted luchando y cómo se siente. Además, nuestro Padre nunca nos deja solos, incluso en el proceso de la confesión y el arrepentimiento. En el Salmo 139, David reflexiona: “Si tomare las alas del alba… aun allí me guiará tu mano… Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día” (Sal 139.9-12). Dios está con nosotros cuando cometemos errores, y cuando estamos listos para arrepentirnos, Él está justo ahí, fortaleciéndonos y equipándonos para el camino.
Encontrar el equilibrio
En Mateo 6.20, 21, el Señor Jesús exhorta a sus seguidores con estas palabras: “Haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. Pero, en lugar de solo decirnos que dejemos de lado esas cosas, nos ofrece una alternativa: buscar su reino y su justicia. Además, promete que las cosas que nos preocupan —qué comeremos, qué vestiremos, qué sucederá mañana— serán también provistas (Mt 6.25-33). En otras palabras, busque al Señor y todo lo demás caerá en su lugar.
No siempre es necesario deshacernos del automóvil que amamos, renunciar a nuestro trabajo o adoptar una actitud despreocupada con los hijos. Muchas veces, reajustar el lugar de esos tesoros en nuestra mente y corazón es la mejor solución. Eso no significa que no haya ídolos que deban ser eliminados por completo de nuestra vida. Algunos deben ser quitados porque, por una razón u otra, el equilibrio no es posible. Pero muchas veces, no es el objeto en sí, sino el espacio que ocupa en nuestra mente y espíritu lo que debe ser ajustado. Y eso suele suceder con lo que Dios nos ha dado, con esas dádivas que hemos llegado a amar más que a Él. Reconocer la diferencia viene a través de oración y de escuchar al Espíritu Santo dentro de nosotros.
Si Dios nos ha dado cosas buenas para disfrutarlas —y la Biblia nos dice que es así (Santiago 1.17)— ¿cómo podemos equilibrar el goce de esas dádivas con el llamado superior de amar y buscar a Dios? Aquí tiene algunas ideas para ayudarle a mantener los ídolos en su debido lugar:
Establezca límites. Por ejemplo, si la preocupación por las finanzas no le deja dormir, podría eliminar de su teléfono la aplicación del mercado de valores. O si está obsesionado con mantener su imagen, puede dejar a un lado las redes sociales por una semana.
Dé gracias. Cuando le damos gracias a Dios por lo que tenemos, reconocemos que Él es la única fuente verdadera, y que nosotros somos simplemente administradores de su generosidad.
Cree distancia. Si se descubre contemplando, buscando, interactuando con o incluso “exaltando” a un ídolo en particular…
Imagínese que lo pone en un clóset o en otra habitación, donde no pueda verlo, y respire profundo un par de veces. Use esto como un reinicio mental cada vez que el ídolo vuelva a aparecer.
Cierre ambas manos formando puños y luego ábralos. Con las palmas hacia arriba, repita esta frase basada en Job 1.21: Jehová dio, y Jehová quitó. Diga esto cuantas veces sea necesario.
Cuando recordamos que Dios es la fuente suprema, podemos aprender a disfrutar por completo de sus dádivas sin temor a idolatrarlas.
Una nueva dirección
Nuestros ídolos podrían no ser tan evidentes como los de los israelitas, por lo que desmontarlos tampoco será tan visible. Hay días en que incluso desearíamos que nuestros ídolos fueran físicos para destruirlos de una vez por todas. En vez de eso, nos queda la tarea de examinar nuestro corazón, tener conversaciones sinceras y cambiar de dirección.
Porque somos humanos, buscar seguridad, valor y amor en algo que no sea Dios será una tentación constante. Y aunque los ídolos nunca nos satisfarán por completo, esperar que nuestra vida en Cristo esté libre de ídolos no es realista. En lugar de castigarnos cada vez que notamos que estamos adorando algo, podemos confrontarlo, arrepentirnos y volver a orientar el corazón hacia Cristo. Es este proceso de corrección suave y constante lo que nos mantiene unidos a Él.
No importa si se trata de un objeto, una idea o una persona: toda adoración idolátrica nace de un anhelo. Anhelamos paz verdadera, seguridad verdadera, amor verdadero… pero, en última instancia, solo el Dador de la vida puede ofrecernos estas cosas. Cuando identifique un ídolo en su vida, sepa que Dios no quiere que se hunda en la vergüenza. Su deseo es acercarse a usted, invitarle a una conexión más profunda y llamarle a un camino más alto y eterno. Tener cosas preciadas sin aferrarse a ellas le da la oportunidad de probar y ver que el Señor es bueno, pues promete que usted encontrará en Él un amor más dulce, una relación más gratificante y una amistad más fiel y bondadosa que cualquier otra cosa.