No hay nada más estresante que una relación tensa. Las situaciones difíciles suelen ir y venir, pero las tensiones que sentimos con las personas son como una nube oscura que flota sobre nosotros. Aunque anhelamos liberarnos de estas emociones, es posible que no sepamos cómo remediar la situación. Gracias a Dios, la Biblia nos da la solución. El Señor Jesucristo les dijo a sus discípulos: “Un mandamiento nuevo os doy: “Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros” (Jn 13.34). Suena sencillo, pero está lejos de ser fácil. Recuerde, sin embargo, que si Dios nos da un mandamiento, también nos provee todo lo que necesitamos para obedecerlo.
En el contexto de Juan 13, la frase “que os améis unos a otros” se refiere a las relaciones entre los creyentes en la iglesia, pero amar como el Señor Jesús beneficia todas nuestras relaciones al fomentar la armonía, el perdón y la paz. Dado que el significado del amor se ha diluido en nuestra cultura para incluir reacciones a todo, desde nuestra reacción a Dios hasta nuestra reacción al chocolate, es importante que comprendamos la definición bíblica. Así que veamos cuatro aspectos del amor semejante al de Cristo.
Su carácter
Por lo general, pensamos en el amor como sentimientos de afecto, pero en la Biblia, la palabra se refiere más a una acción de voluntad que a una emoción. Aunque este tipo de amor puede ir acompañado o seguido de afecto, es sobre todo una dirección de voluntad centrada en la otra persona. Y ello se evidencia en las acciones que tomamos; es decir, cuando decidimos hacer lo mejor para la otra persona en lugar de buscar nuestros propios intereses.
Es probable que ahora esté pensando: No hay manera de que yo pueda amar de esa manera. Eso es cierto. Con nuestras propias fuerzas, ninguno de nosotros es capaz de amar a las personas como lo hace el Señor Jesús. El amor sacrificial, desinteresado y perdonador no surge de manera natural, pero tenemos a Alguien que puede ayudarnos.
Su fuente
“Dios es amor”, nos dice 1 Juan 4.16; note que no dice que Él es a veces amoroso, o que el amor es parte de lo que es, sino que Él es amor. Lo que significa que no es algo que podamos producir con nuestro propio esfuerzo. Solo cuando estamos unidos al Padre por la fe en su Hijo, el Espíritu Santo derrama su amor en el corazón del creyente (Ro 5.5). Y a medida que Él obra en nuestro corazón, el fruto del amor se produce en nosotros (Ga 5.22).
Aun cuando Dios nos da la capacidad sobrenatural de amar, nosotros jugamos un papel en el proceso. Debemos poner en práctica el amarnos los unos a los otros y procurar abundar aún más en ello por la gracia del Señor (1 Ts 4.9, 10). Nunca alcanzaremos el punto de amar de manera perfecta a los demás, pero podemos mejorar a medida que permitamos que el Espíritu obre en y a través de nosotros.
Su estándar
Nos gustaría pensar que amar a otras personas es opcional y que depende de cómo nos traten; en otras palabras, deben merecer ser amados, y si no lo hacen, quedamos exentos. Pero eso no fue lo que dijo el Señor Jesús. Él expresó con toda claridad que debemos amar a los demás como Él nos ha amado a nosotros. Dado que somos criaturas pecadoras y rebeldes, en efecto no merecíamos su amor. No obstante, Dios decidió amarnos aun cuando éramos sus enemigos. Y para demostrarlo, envió a su Hijo a morir en nuestro lugar, soportando así el castigo que nosotros merecíamos (Ro 5.8). El mandamiento del Señor de amarnos unos a otros no tiene cláusula de excusa. Tenemos la responsabilidad, como hijos de Dios, de imitarlo y andar en amor como Él lo hizo (Ef 5.1, 2).
Su expresión
Ahora que sabemos que estamos llamados a amar a los demás, ¿cómo debemos hacerlo? Hay tres maneras principales en que imitamos a Dios y expresamos su amor hacia otros:
Con un carácter cristiano
El amor comienza con un corazón transformado. Debemos cooperar con la obra transformadora del Espíritu y revestirnos de un corazón de compasión, bondad, humildad, gentileza y paciencia (Col 3.12). ¿Y no es esto justo lo que necesitamos si vamos a amar a las personas difíciles? De lo contrario, todas nuestras expresiones de amor estarían enraizadas en la hipocresía porque nuestros corazones no se han ablandado.
Con una conducta cristiana
Es probable que usted esté familiarizado con 1 Corintios 13, el famoso “capítulo del amor”. Pero ¿ha considerado lo que requiere de usted? El amor responde con paciencia y bondad hacia las personas exasperantes, malhumoradas o mezquinas. No se comporta con celos, orgullo o deshonra, no exige imponer su voluntad ni reclama sus derechos. En cambio, considera lo que es bueno para los demás y, quizás el requisito más difícil de todos, no se irrita con facilidad ni guarda rencor.
Con la actitud sacrificial de Cristo
Dado que la muerte del Señor Jesús en la cruz fue el ejemplo supremo de su amor por nosotros, también nosotros debemos estar dispuestos a dar la vida por los demás (1 Jn 3.16). Aunque algunos cristianos han muerto, en el sentido literal, por sus hermanos creyentes, nuestros sacrificios por lo general consisten en servir a los demás, dedicar tiempo valioso para ayudarles o tan solo negarnos a nosotros mismos y a nuestros deseos para hacer lo que es mejor para la otra persona. Para tener la actitud sacrificial de Cristo, debemos considerar los intereses de los demás como más importantes que los nuestros (Fil 2.3-5).
Amar como Cristo es una tarea difícil, pero tenemos un Dios poderoso que está obrando en nosotros para hacerlo posible. Cuando comenzamos a amar a las personas como Dios lo hace, ayudamos a establecer la unidad en la iglesia, creamos armonía en nuestros hogares y presentamos un testimonio poderoso en el mundo, porque nuestro amor mutuo nos distingue como discípulos de Cristo (Jn 13.35).
Reflexione
¿Qué le impide amar a las personas como debería? La mayoría de nosotros tratamos de echar la culpa al comportamiento o la personalidad de los demás, pero ¿es en realidad ahí donde radica el problema? La responsabilidad de amar como Cristo lo hizo recae en cada uno de nosotros.
A veces, el problema es nuestra percepción de cómo es el amor. ¿Cree usted que amar significa ser siempre amable con las personas? Eso no es lo que vemos en la vida del Señor Jesús. Hubo momentos en los que Él amó a las personas corrigiéndolas y amonestándolas. (¡En una ocasión, incluso le dijo a Pedro que estaba actuando como el diablo!) El amor y la verdad van de la mano. Aunque el amor de Cristo era exigente, se manifestaba con un espíritu amable y humilde. Y así es justo como nosotros debemos amar también.
Ore
Padre celestial, gracias por demostrar amor al enviar a tu Hijo para salvarme. Sabiendo que el amor viene de ti, te pido que me hagas crecer y abundar en el amor cristiano por mis hermanos en la fe y por todos los demás (1 Ts 3.12). En el nombre del Señor Jesús. Amén.
Medite
Póngalo en practica
Una de las razones por las que no amamos a los demás como deberíamos es porque no preparamos nuestro corazón de antemano. La mejor manera de prepararnos para cada día es renovando nuestra mente con la Palabra de Dios. Preste atención a los pasajes que hablan de su amor por usted y de todo lo que Él ha hecho para que pueda interesarse por los demás. Ore para tener un corazón compasivo, bondadoso y paciente. Luego, a lo largo del día, pídale al Señor que deje fluir su amor a través de usted hacia los demás.